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Estamos haciendo una ciudad

Por el derecho a la ciudad desde las comunidades organizadas y empoderadas, Bolivia

Rose Mary Irusta Pérez

2010

¿Cuántos acuerdos importantes han ocurrido a lo largo de los años para mejorar la calidad de vida de las personas? ¿Cuánto se ha tenido que luchar para que sean reconocidos cada uno de los Derechos Humanos? Hemos peleado cada uno por su lado, cuando en realidad todos juntos son como el cuerpo humano: de solo separar un derecho del otro ya lo estaríamos mutilando.

Ahora estamos preocupados por el derecho a la ciudad, que como conjunción de todos los derechos, es casi inconcebible en su magnitud.

Con la gran masa de vehículos circulando, perdimos el derecho al libre tránsito, al medio ambiente sano, y a los espacios recreativos. Perdimos ese derecho, y se nos escapó desde que muchos niños y jóvenes perdieron su propio derecho de ser amados, cuidados y protegidos por sus padres, autoridades y por la sociedad en general. Los espacios públicos no son ocupados con tranquilidad porque andamos cuidándonos las espaldas. No hay derecho a la seguridad.

Las calles se convirtieron en espacios de venta y no de tránsito. Los sindicatos de transporte y comercio olvidan el respeto que deben tener por los espacios públicos. La prebenda y la corrupción impiden poner en orden las ciudades, y la presión social, hace que la ciudad sea intransitable con aglomeraciones de motorizados, personas, letreros y basura. Cada minuto que se está por las calles, son minutos de zozobra: choferes irresponsables que no cumplen las reglas de tránsito, comerciantes establecidos que se hacen dueños de las calzadas, peatones irresponsables echando basura en cualquier lado, menos en los casi inexistentes basureros.

En muchas ciudades los espacios recreativos son pocos porque no fueron planificados. Las alcaldías no se preocuparon del crecimiento sostenido de la población, por lo que no previeron la explosión demográfica. Tantas consultorías hechas para que aún en este tiempo de tecnología avanzada no se solucionen los problemas urbanos y sobre todo, no se mejore la calidad de vida de las personas; cada día el individualismo nos enfrenta los unos a los otros y la economía disparada nos aleja más de lo humano.

Cómo entender a lo humano desde los derechos humanos, o cómo los derechos humanos son entendidos por las autoridades, que por ser autoridades piensan que se les debe ciega obediencia en tanto ignoran las leyes y la Constitución misma. Su lucha por el poder los empequeñece como personas. En tanto que no existan en nuestras ciudades propuestas de planificación urbana ni sentido común para mejorar la calidad de vida de las personas, hacemos que cada día surjan asentamientos sin preocupación por el medio ambiente, los servicios básicos, con ausencia de áreas de equipamiento y de calles seguras.

Son muchas las familias dañadas económica y legalmente que caen en manos de loteadores que les venden terrenos a precios escandalosos, con cifras especuladas y no controladas; familias que deben pagar por la falta de áreas verdes y equipamiento; eso sin contar aquellas que han sido estafadas cuando les venden franjas de seguridad a las riveras de ríos o áreas verdes ya planificadas con anterioridad. Para quienes no les interesa el derecho a la vivienda y el derecho a la ciudad, les da igual tener una minuta para luego lucrar con la dura realidad de aquellas familias que lleguen a caer en esta suerte.

Sería muy bueno que entre autoridades y pobladores hubiera un mínimo de sinergia. Uniendo fuerzas y caminando juntos, avanzaríamos y haríamos ciudades maravillosas, tendríamos menos pobres y menos niños y jóvenes en las calles, menos violencia y delincuencia.

Debemos tener servidores y no autoridades. Los servidores se entregan por lo que saben amar de veras. Y es que solo la honestidad hace el compromiso. Es importante tener voluntad para alcanzar lo que se quiere hacer; si una necesita vivir en paz, procuraré que otros también vivan en paz; si quiero que nadie me haga sentir mal, haré lo posible para hacer sentir mejor a los demás. Las soluciones para vivir mejor están en nuestras manos, pero pareciera que las dejamos correr porque sencillamente nos acostumbramos a esperar. Los medios de comunicación nos envían sus mensajes de tal manera que ya no tenemos más nada que hacer, solo esperar.

¿Qué va a pasar? ¿Para qué pensar? Al fin es igual… ser pobre es mi destino y no puedo hacer nada, me dicen, y tratan de convencerme de ello.

A momentos se habla de esperanzas, de sueños, de ilusiones. Pero, ¿qué son? También dicen que tengo derechos. ¿A qué…? ¿A morir de hambre, a no leer y escribir? ¿Sufrir una agonía larga por enfermedad, a no tener trabajo bien remunerado? ¿A la privacidad, seguridad, medio ambiente sano, servicios básicos, a un nombre y un apellido, a participar, a que me tomen en cuenta, a hacerme sentir que existo? Parece una broma porque ahora es guerra, muerte, sufrimiento, y hemos aprendido a existir por existir.

Ante este escenario, soñamos un mundo mejor, anhelamos ampararnos a ese gran acuerdo de las naciones por los derechos humanos, aspiramos a tener una vida plena, desarrollando y afinando la concepción de esos derechos. Buscamos integrarlos en concepciones complementadas y convergentes como el derecho a la vivienda y el hábitat digno, y el derecho a la ciudad; derecho de gozar de espacios de vida. ¿Podrían cumplirse todos los derechos humanos si colocásemos a las personas en una burbuja de cristal, sobreprotegidas y aisladas? El espacio y la interacción de espacios son clave en el desarrollo de la persona. Deben generarse las condiciones de medio ambiente e infraestructura necesaria para que el ser humano despliegue sus cualidades y calidades, para que se relacione con otros seres humanos libremente y sin coerción ni intimidación, como ocurre con los campesinos frente a las prácticas urbanas a veces demasiado ajenas a su entorno. Para que reciba educación y eduque a sus hijos sin miedos ni prejuicios, para que acceda en condiciones de igualdad y equidad a servicios básicos, de salud, educación, y para que transite libremente por donde su libertad de vivir le llame. Este panorama al parecer hipotético, no solo es responsabilidad de los líderes nacionales, sino también de autoridades locales, que con su iniciativa se enfrenten a esa compleja red de dificultades económicas, a los conflictos sociales y a los desaires políticos.

Hay una comunidad en la ciudad de Cochabamba que surgió hace diez años. Alguien que vive allí nos lo contaría de este modo:

“Dicen que existe un pequeño lugar que se llama “Hábitat para la Mujer Comunidad María Auxiliadora”, donde viven 265 familias, y construyen juntos su comunidad. Abren sus calles con trabajo comunitario, construyen su casa en ayni (ayuda mutua), hacen kermeses y lo que ganan pueden prestarse para salud o si les falta para la construcción de su vivienda. No existe chicherías ni otros locales de bebidas alcohólicas; para mí eso está bien porque mi marido mucho toma y me pega, además allí ya no me puede pegar porque dicen que hay un Comité de Apoyo a las Familias.

Si me pega una vez, le hablan, nos reflexionan y otra vez más, pero si hay una tercera vez le invitan a irse. Creo que allí me sentiría segura, más que todo por mis hijos, porque allí no hay partición y división de las casas si nos separamos. Ya nunca más tendría que rogarle para alquilar una casa. Yo pensaba que debía aguantar que me pegue mi marido, porque no iba a poder mantener a mis siete hijos, pero allí nos apoyan para salir adelante, a buscar trabajo. Aprendemos manualidades, a leer y escribir, y para nuestros hijos hay un centro de niños y apoyo escolar. Como son comunidad, dicen que puedo decirle a mi vecina que me vea a mis hijos mientras estoy en el trabajo. Tampoco se entran a nuestras casas a robar, porque todos se conocen, no hay extraños, y todos se cuidan. Cuando alguien grita, muchos salen a defender.

Están bien organizadas y trabajan como hormiguitas cada domingo. Tienen un directorio que cambia cada dos años, en el que las dos primeras cabezas son siempre mujeres. Por eso debe ser que tienen agua, alcantarillado, teléfono, luz, parque infantil y dos canchitas deportivas donde juegan todos y hacen campeonatos.

¡Qué importante es conocer tus derechos! Recién me doy cuenta, me decían que tengo derecho a una vivienda, ¡pero cuesta tanto! Los derechos serán para los que tienen plata, yo no tengo.

Derecho a la salud: si tienes casa también vas a tener derecho a la salud, pero, es difícil me digo yo. Si me enfermo, debo ir al hospital, no a mi casa. Pero además de los resfríos, las enfermedades son por otras cosas, por las preocupaciones. Como es mi casa, ya no tengo que pensar que me van a botar por no poder pagar el alquiler y porque mis guaguas meten bulla. Lo peor en muchos casos, es cuando hay violaciones por los hijos de los dueños de casa y hasta de los papas y hermanos, por vivir tan estrechos y dejar encerradas a las hijas.

Derecho a la educación, porque de pequeñita había habido que enseñar a las guaguas a tener valores, orden, disciplina, a compartir las tareas de la casa, etc.

Derecho al trabajo. Últimamente, como eres inquilina, tienen desconfianza para darte un trabajo, pero si tienes tu casa es garantía, saben dónde vives y los vecinos dan referencia de ti, como es una comunidad, todos se conocen y saben cómo nos comportamos.

Derecho a vivir sin violencia, ya que en la comunidad hay un comité de apoyo a las familias que las va mejorando. El trabajo de reflexión hace que dejan de tomar y de maltratarnos tanto a las mujeres como a los hijos.

Derecho a la seguridad. Todos nos conocemos, y si algún extraño camina por allí, preguntamos, y si alguien grita enseguida se toca el pito y todos salimos. Con el directorio tenemos un acta de buen comportamiento que nos obliga a tratar cada problema, pedir disculpas, y reconciliarnos. Cuán importante es relacionarnos los unos con los otros, y no ser enemigos.

Derecho a la seguridad alimentaria: tenemos nuestro huertito que nos ayuda a tener algunas verduritas y aprendemos a equilibrar nuestros alimentos.

Dicen las señoras que han asistido a seminarios, talleres y cursos, que han aprendido a defender sus derechos. Las señoras que han organizado Hábitat Para la Mujer Comunidad María Auxiliadora han estado doce años aprendiendo el derecho humano a la vivienda con la Red Hábitat a nivel nacional, y pertenecen al Centro de Iniciativa Cochabamba. En diez años han avanzado a costa de mucho trabajo, y todavía les falta mucho que hacer.

La solidaridad está dentro aunque parece dormida pero cuando hay necesidad sale para atender a las personas que sufrieron.”

 

Podríamos contar otras experiencias de mujeres que llegaron a esta comunidad a construir su casa con mucho esfuerzo. Las más de ellas ahorraron centavo a centavo para comprar desde un ladrillo hasta una bolsa de clavos.

Como comunidad ejercemos el derecho a la vivienda, pero no con todos sus componentes, porque la alcaldía no comprende lo que es el derecho propietario colectivo y la forma de organización, aunque está claramente establecido en la Constitución (Art. 56 parágrafo I, Art. 21), considerando incluso que se trata del derecho humano a la vivienda y es obligación del estado hacer posible el cumplimiento de este derecho. Lo mínimo que tendría que hacer es facilitar y proponer soluciones al problema sin perjudicar y sin decir que somos ilegales, ya que el terreno ha sido obtenido por compra y la Constitución respeta también el derecho propietario, sea individual o colectivo.

El lote y la casa son para que la familia viva, no para que lucre con ella, y no se pueden vender, alquilar, o cualquier otro procedimiento de lucro.

Lamentablemente, en estos diez años hubo ocho divorcios o separaciones, tres forzosos, porque a los violentos se les invitó a dejar la comunidad y los otros se fueron por decisión propia. En todos los casos pidieron partición y división de la vivienda, pero fueron rechazadas debido a estas condiciones impuestas por la comunidad. Somos una comunidad donde se hace posible el derecho humano a la vivienda a personas de bajos recursos, en especial a mujeres jefas de hogar. El principio del derecho humano a la vivienda transversaliza e interrelaciona a la educación, porque allí es donde los hijos e hijas aprenden a cultivar los valores, el orden, la comunicación y las relaciones humanas; a la salud, cuando vemos que una vivienda ventilada y espaciosa satisface las necesidades básicas y propicia el descanso, evitando a su vez enfermedades; al trabajo por ser la vivienda punto de referencia para que el contratante confíe y los bancos fíen. La comunidad garantiza seguridad porque las familias no están solas y cada una se preocupa por lo que le pase a la otra.

Es una comunidad forjada con el esfuerzo y compromiso de cada uno de sus habitantes que tiene claras sus reglas. Una comunidad que ha sabido generar, facilitar y maximizar los recursos económicos y humanos, creando pequeños créditos para la autoconstrucción de viviendas, para atender emergencias de salud y para emprendimientos económicos. También están las alianzas solidarias con Hábitat para la Humanidad y la Fundación Pro Hábitat, que apoyan a las familias con créditos para vivienda nueva o para mejoramiento.

Hábitat para la Mujer Comunidad María Auxiliadora es un proyecto donde el principio es la familia. Está conformada por más de 320 grupos familiares y con más de 600 en proceso de pagar el lote para construir su casa. Un espacio comunitario que vela por la accesibilidad de sus miembros a espacios de equipamiento y esparcimiento, a la seguridad ciudadana y el cuidado del medio ambiente, ajeno a la presión de los ruidos estridentes y la contaminación, con calles seguras y espacios recreativos que permiten la integración social con personas de otros barrios.

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